Misas del día de Navidad

A veces la gente (quizás tú mismo) se pregunta: ¿Cómo es posible que en el Niño de Belén se haga presente el Creador del Universo, Aquél por el que todo fue hecho? ¿Cómo puede ser que en ese Niño pobre y frágil se esconda un poder mayor que toda la energía del Universo (con sus miles de millones de agujeros negros)?…

Y el Niño de Belén, con su mirada llena de ternura y quizá un poco pícara, responde: ¿Cómo puede ser que tú te creas que sólo es real lo que “cabe” en tu cabeza, tú que no eres Dios? ¿Cómo es posible que tan pronto te hayas olvidado que la esencia de las cosas no está en el “entender” sino en el amar, y de que los recuerdos más hermosos de tu vida son aquellos en los que pusiste más corazón?

«¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la Buena Noticia!», decía el profeta Isaías a los desanimados habitantes de Jerusalén… Quizá también nosotros estemos un poco desanimados porque la crisis del Covid nos ha recordado brutalmente que somos mortales, o porque la limitación de movimientos que esta crisis nos ha impuesto ha reabierto heridas en la convivencia familiar, o quizá porque, en definitiva, nos habíamos olvidado un poco de Dios y de cuál es nuestro lugar en el Universo… Y quizá también nosotros necesitemos de esa Buena Noticia que anunciaba Isaías y que se hace realidad en el Niño-Dios nacido en Belén.

Acerquémonos al Portal de Belén, en este día de Navidad, con un corazón humilde, dejémonos asombrar por la grandeza de un Misterio que sobrepasa todo lo inimaginable, y que la ternura y el amor que brotan de la mirada y del corazón del Niño Jesús enciendan nuestros corazones tal vez un poco apagados. Amén.

P. José Luis